Mostrando entradas con la etiqueta futuro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta futuro. Mostrar todas las entradas

sábado, 8 de febrero de 2014

Cuál es tu infierno?

Esta semana, terminó la temporada de una de mis series favoritas actualmente: American Horror Story, a  pesar que ésta última entrega "Coven" resultó bastante decepcionante.

En primer lugar porque creo que desaprovecharon a tres monstruos de la interpretación: Jessica Lange, Kathy Bates y Angela Bassett, cuyos personajes: dos brujas poderosísimas y una mujer malvada e inmortal, pudieron haber hecho más que pelearse a lo telenovela mexicana.

Y segundo, para continuar con la onda dramática, la historia se convirtió en una suerte de reality show, donde la envidia, los celos, las traiciones y  los engaños entre los personajes resultó más importante que la magia de las brujas,su  poder y su legado ( sin mencionar que de "horror" no tenía ni pizca)

Es decir, que lo que hicieron fue quedarse en el estereotipo de bruja: sin escrúpulos, malcriadas, groseras y capaces de usar su poder para dañar a otro. Y sobretodo, clavarse mil puñales entre ellas,  lo cual es otro estereotipo femenino: la mujer incapaz de convivir en paz con otras mujeres

Esto me fastidió bastante. 

Sin embargo, capítulos antes de "The seven wonders" y también en éste último, se planteó la idea del infierno como un lugar que recrea la época más infeliz y miserable de nuestras vidas, o aquellos temores tan grandes que sólo  la posibilidad de que se materialicen ya nos traslada al sufrimiento eterno.

Eso me gustó.

Me explico.  La idea de que el infierno es algo personal. Que no hay fuego, demonios, lamentos, llantos, castigos inimaginables. Sólo una escena que se repite una y otra y otra y otra vez, eternamente. Creo que eso es mucho peor.

Imagina la peor época de tu vida, o un acontecimiento, un instante, en que el dolor y el sufrimiento que sentiste era tal que jamás has podido olvidarlo, aún cuando no pienses nunca en ello, su presencia te acompaña y constituye la fuente de tus peores temores

Imagina que estás atrapado en ese momento y nunca jamás podrás salir. Sentirás continuamente el mismo terror, la misma tristeza, la vulnerabilidad , el desasosiego y no podrás hacer nada la respecto. Nunca.

Es espantoso. ¿Cierto?

Pues ahora, piensa en el presente. En lo que eres aquí y ahora. ¿Qué estás haciendo para evitar volver a ese infierno?, ¿Qué otros infiernos te estas creando sin saberlo?. ¿A qué le temes? ¿Sabes qué puedes hacer para que el sufrimiento anterior o presente no te gane la partida? ¿Sabes cómo puedes evitar que el sufrimiento te torture y se eternice? 

Las brujas de "Coven" podían visitar su propio infierno y volver, pero también podían quedar atrapadas o ir después de morir físicamente. 

Nosotros, simples mortales podemos hacer lo mismo.  Podemos "visitar" nuestro infierno y volver a salir con el mismo miedo y la misma desesperación, podemos quedarnos atrapad@s en él y jamás encontrar la salida y quizá, hasta podamos ir a parar allí cuando ya no estemos vivos

Sin embargo, también tenemos otras opciones: podemos hacerle frente a nuestro infierno y encontrar la manera de que ya no nos siga atormentando, que el sufrimiento no sea una escena repetida incesantemente, podemos no temer ir a parar allí cuando muramos, porque nuestra alma ha conseguido librarse de él mientras estábamos con vida.

Nuestro infierno nos lo construimos nosotros mismos alrededor de nuestras malas experiencias. El temor perpetuado eternamente, el tortuoso lamento de ser lo que fuimos en ese instante, la inaguantable soledad, el maltrato, el desasosiego, la desesperación, el dolor de la existencia.

Es posible cambiar todo esto. Es posible aprender a mirar nuestro pasado con valentía,  conseguir que nuestro presente sea un poco más amable y que nuestro futuro no pinte tan negro. También puede que resulte más fácil decirlo que hacerlo. Indudablemente. Y que tengamos que "descender"  varias veces antes de conseguir hacerlo desaparecer. 

La pregunta es: ¿estamos dispuest@s?

Nathalia Paolini






domingo, 28 de abril de 2013

De ayer, hoy y mañana


Hoy escribo para contarles en que ando. 

Desde hace días quiero escribir. Primero quería hacerlo sobre la situación de Venezuela. El tema político y electoral, los dimes y diretes, la evidente manipulación de los resultados electorales, la locura desatada por el poder, la violencia, las muertes, los insultos, la demagogia. Si la demagogia, que es lo que explica lo que le está sucediendo a mi país. Para los que no saben o no recuerdan el significado del término, les dejo una cita wiki: 

"La demagogia, según Platón y Aristóteles, puede producir (como crisis extrema de la democracia), la instauración de un régimen autoritario oligárquico o tiránico, que más frecuentemente nace de la práctica demagógica que ha eliminando así a toda oposición. En estas condiciones, los demagogos, arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las masas como intérpretes de toda la nación, confiscan todo el poder y la representación del pueblo e instauran una tiranía o dictadura personal. En sentido contrario y paradójicamente, muy habitualmente las dictaduras se han instalado sosteniendo que lo hacían para terminar con la demagogia"

Esto sólo una parte, hay mucho más y casi todo es una radiografía del acontecer socio político de Venezuela desde el pasado 14 de abril, incluso antes, pero esa es otra historia. 

Entonces quería escribir sobre eso, sobre lo que pienso y siento, contar que salí a protestar en Barcelona, como nunca salí a protestar en Caracas. Eso me sorprendió muchísimo a mí misma. Quizá el estar fuera, contrariamente a lo que muchos creen, aviva en los emigrados un tipo de amor distinto. Como cuando ves que tu casa se quema, se destruye, y le echas baldecitos de agua, tratando de evitar lo inevitable.

No es que quiera ser pesimista, pero lo que ocurre en Venezuela, no se apaga con baldecitos, ni con cacerolas, ni con discursos. Sólo hay dos salidas: aguantar y esperar que todo caiga por su propio peso, ayudando diariamente con acciones a que las bases oficialistas se debiliten aún más de lo que están, o salir y romperlas de un hachazo. No soy yo quién para decir lo que debe hacerse, cada uno tiene sus consecuencias, y ninguna es positiva, al menos en inmediatez. 

Sufro al ver cómo se fracciona mi país, cómo está dividido y sobre todo cómo la ineptitud puede más que el sentido común. Cómo los rencores no han sanado, cómo la brecha crece.

Sin embargo no escribí nada sobre eso. Al menos no aquí. 

Pero ayer, y ahora retomo para contar en lo que ando,  fui a ver "Ayer no termina nunca" de Isabel Coixet. 

Fui yo sola, como parte de una de mis tareas de "El Camino del Artista", un taller- curso- proceso de doce semanas, orientado al descubrimiento y rescate de la propia creatividad. Esta tarea es " La cita con el Artista" y se trata de irte de paseo con tu artista, contigo mismo, a donde desees. A donde te pida tu artista ir. A mí me pedía ir al cine y a ver esa película, y no se equivocó.

No voy a explicar aquí de lo que se trata la película. Quien desee verla, encontrará en ella una magnífica propuesta cinematográfica, con excelentes interpretaciones, un guión conmovedor y bastante crudo, crítico e inteligente y una fantástica dirección. Vamos, que vayan a verla. Está de más decirlo.

Lo que quiero escribir aquí es lo que me hizo pensar, lo que provocó en mí "Ayer no termina nunca" o cómo nos quedamos enganchados en los buenos tiempos, en las tragedias, en el pasado, sea cual fuere. El dolor que no termina, la nostalgia de lo que fuimos, la incerteza de lo que somos, la tristeza de que todo lo que soñamos se ha esfumado, a veces, para siempre.

Pienso en mis propios ayeres, en las cosas en las que creía, las palabras, las ilusiones. Y vienen a mi cabeza tantas escenas, alegrías, llantos, amores, desamores, logros, frustraciones, verdades a secas, mentiras disimuladas, propias y ajenas. Etapas superadas y  otras que  no tanto. Y me pongo a revisar en mis tragedias, buscar algo que sea tan difícil de dejar atrás que no hay manera de hacerlo. 

Encuentro muchos recuerdos tristes y varios rencores mordiéndome de vez en cuando, asaltándome cuando estoy desprevenida, arrepentimientos atroces, culpas a medio digerir.

Pero un hecho trascendental, absolutamente imborrable, un dolor inacabable y permanente, no tengo. ¿debería sentirme afortunada? o ¿debería sentirme inacabada? , ¿ debería esperar que llegara de un momento a otro? .  No sé, quizá ninguna de las anteriores, muy probablemente ninguna de las anteriores. Lo que hay es lo que hay, lo que habrá ya llegará, como todo llega y como siempre, sin que yo lo controle.

Después, la peli, que también es una crítica  política muy fuerte, me hizo reflexionar sobre las situaciones de mis dos países: el que nací y del cual emigré, y al que decidí venir hace tres años. 

Es evidente y por todos conocida la historia que los une. Pero que no es sólo historia pasada, es también presente. Aunque nos creamos distintos culturalmente, que tampoco lo somos demasiado (creo que la brecha cultural la vamos cavando nosotros mismos), estamos más conectados de lo que creemos.

Y no me refiero a las costumbres, gastronomía, tradiciones o formas de ver la vida. Me refiero a algo más profundo.  Si transformáramos a España y a Venezuela en personajes de una obra de teatro, o de una novela, veríamos que sus complejidades los acercan más de lo que los separan.

En uno, el pasado es tan fuerte que no puede dejarlo atrás y su punto de no retorno, su tragedia, no le permite ver otras posibilidades.

En otro, la negación de su tragedia es tal, que no se da cuenta que tiene que caer y tocar fondo, para poder levantarse y seguir adelante, sin el fantasma que lo persigue y lo atormenta.

Estos son los personajes de la película de Coixet.

En ellos pude ver mucho más que una pareja destrozada por el dolor y la pérdida.  

Me he visto a mí, he visto a algunas personas que conozco, he visto incluso la analogía que acabo de hacer.

He visto que el futuro puede o no depender de nosotros y de nuestra manera de afrontar el presente. 

He visto que somos absolutamente vulnerables, aunque nos creamos dueños de la verdad. 

He visto que el pasado puede ser una espada de Damocles, siempre que lo permitamos. 

Y también puede ser la base para construir lo nuevo, para cambiar y para aceptar que nuestras tragedias no superadas y no aceptadas son nuestro principal enemigo como individuos y como sociedad.

He visto que es sumamente difícil que el mundo cambie pero que si dejamos que muera esa  ilusión no tenemos nada. No hay motivo para continuar.

Y necesitamos un motivo. 

Y creer que todo saldrá bien.

Mujer con Girasol, Ana Maria Abello (2006)
La coloco porque me gusta y ya.


ShareThis

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...