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viernes, 24 de abril de 2015

Lo que no nos dicen sobre cumplir los sueños


 "Cumple tus sueños y serás libre" dice una de las millones de frases motivadoras que pululan en internet. Rosarios virtuales de consejos y afirmaciones cuyo objetivo es decirnos que no dejemos de hacer eso que amamos, de luchar por eso que queremos lograr, que sin importar lo que los demás piensen o digan sigamos adelante para encontrar el pedacito de felicidad que nos merecemos.

Y es cierto, ayudan.

Yo soy una soñadora que me gusta cumplir mis sueños, desde hace mucho tiempo ya he ido caminando en dirección a ellos, he ido ensayando, fracasando y logrando unos cuantos, me quedan muchos por delante y seguiré en su búsqueda.

Y ésto es precisamente lo que sucede con los sueños, las metas, los objetivos, que rara vez se traducen a unos pocos sino que se multiplican. Cuando logras uno ya existen cinco más que quieres lograr, es decir, que siempre estaremos en el camino para cumplirlos y eso es lo que nos mantiene vivos, puesto que si ya no existe un motivo, ¿de qué sirve continuar?


Sin embargo, lo que no nos dicen todas éstas frases encantadoras, es que el camino para cumplir los sueños no es un camino lleno de flores silvestres, pastos verdes y  sol radiante. El camino para cumplir los sueños es escarpado, lleno de trampas, muchas veces tormentoso, nublado, frío o insoportablemente caluroso, árido y reseco o tupido de plantas que hacen casi imposible el paso. 

En el camino hacia nuestros sueños hay brujas malvadas, ogros disfrazados de príncipes, lobos feroces que nos tientan a desviarnos del camino, cazadores dispuestos a hacer de nuestras cabezas un trofeo, fuegos fatuos que despiertan nuestra curiosidad y hacen que nos perdamos, duendes traviesos que juegan con nosotros, cuervos que nos sacarían los ojos, gigantes que pueden aplastarnos con su dedo meñique, muros gigantescos, hoyos profundos.





Si, si, lo sé, no todo es tan malo. A veces encontramos también hadas madrinas, hechiceros buenos, reinas y reyes bondadosos, compañer@s de viaje, amig@s inseparables que a veces han de separarse. Puentes que nos permiten cruzar un río turbulento, puertas que se abren, ventanas, espejos mágicos, perros voladores y bichitos del bosque nos dan una mano.

Aún así, si no somos conscientes de los peligros que nos acechan en el camino, si no tenemos el aguante para superar miles de pruebas, una tras otra, si no somos capaces de sostener la tristeza, la frustración, el miedo, la incertidumbre, quizá  nunca lleguemos a alcanzar nuestro anhelo.

Para cumplir nuestros sueños hemos de ser valientes. Y ser valientes no significa no tener miedo, significa continuar a pesar del miedo, significa sostener el miedo para que no nos devore, y continuar en medio de la noche más oscura, o del día más soleado, continuar sin mirar atrás, continuar paso a paso y hacer lo posible por disfrutarlo, por aprender, por levantarnos y seguir andando, con las rodillas cascadas y el ego herido. 


Así que, antes de emprender el camino hacia tus sueños, pregúntate a ti mism@... 

¿Estás dispuest@?




miércoles, 11 de marzo de 2015

Dejar que lo nuevo crezca

Desde hace un tiempo, me propuse a tener plantas en casa. Al principio quería tenerlas en la terraza, un montón de plantas, contando con que tengo una terraza que  es casi más grande que mi piso, pues lo que quería era un bosque. 

Mis intenciones se vieron truncadas cuando mi lindo gato Bruno empezó a hacer sus cositas sobre la única planta que tenía, así que la monté en un techito que hay en una parte de la terraza y opté por tener plantas de interior.

Ahora tengo varias, las he visto crecer, he aprendido a nutrirlas, a cambiarles la tierra, a acordarme de echarles agua. Debo decir que mi relación con las plantas se reducía a cactus, e incluso, unos cuantos cactus se murieron bajo mis "cuidados".

Sin embargo, me propuse aprender y cuidar de ellas. Y me encanta. He dejado atrás la creencia que tenía de que "yo no era buena con las plantas". No es que ahora sea una experta, pero soy capaz de mantenerlas y evitar que se mueran. Incluso he recatado una que han tirado a la calle, le cambié de maceta y le aboné un poco la tierra, a ver cómo resulta. La verdad no es nada complicado, sólo requiere atención y cariño.

Una plantita que me tenía muy frustrada, era un tallo de bambú. Yo quería un tallo enorme, como tantas veces los he visto en las casas de algunos amigos.  Y me compré uno que si, fue creciendo, pero de repente empezó a ponerse amarillo y a podrirse progresivamente. Investigué qué podía hacer, le quité la parte amarilla y cerré el tallo con parafina. Esperé un tiempo. Nada, seguía muriendo.

No obstante, a medida que el tallo moría, iba naciendo desde la raíz un retoño. Apuntando hacia arriba, hacia el cuello de la botella donde lo tengo. Abajo ya se había formado todo un ecosistema de raíces, moho y las piedritas que le había puesto, como los que se forman en los ríos.

Llegó el momento entonces de cortar del todo el tallo viejo, ya completamente amarillo y blando, salvo en la base. Lo corté y me dije " a ver que pasa" , con cierto temor a que el retoño también muriera. ¡Pero no ha sido así! el retoño de mi tallo de bambú ha seguido creciendo. ¡Una hoja delgada y verde está a punto de asomar por el cuello de la botella! 

Inmediatamente pienso en lo maravilloso de la naturaleza que sigue su curso. Un pequeño milagro en mi casa  que me deja una reflexión:

"A veces no hay que hacer nada más que quitar lo viejo para que lo nuevo crezca" 




Algo que aplicado a mi vida me da nuevas perspectivas. Ahora que estoy en un momento donde las cosas van sucediendo poco a poco, pero van sucediendo, como el retoño de bambú que no tiene prisa en crecer, pero no para de hacerlo. Sólo he de quitarme de encima lo viejo: las viejas creencias, los viejos miedos, la vieja inseguridad, la vieja desconfianza, la vieja exigencia hacia mí misma, la vieja lucha en contra del tiempo.

 Dejarme crecer, dejar espacio para que lo nuevo se vaya abriendo camino, dejar que ése camino siga su curso, abandonar la lucha, para disfrutar de la experiencia, saber que cuando una parte muere, otra renace con ímpetu, hacia la luz.

Nathalia Paolini








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