jueves, 27 de marzo de 2008

Mensaje del Día Internacional del Teatro, 2008


Existen varias hipótesis sobre los orígenes del teatro, pero la que más me ha llamado la atención tiene forma de fábula:
Una noche, en el origen de los tiempos, un grupo de hombres se reunieron en una cantera para calentarse alrededor de un fuego y contarse historias. De repente, uno de ellos tuvo la idea de levantarse y utilizar su sombra para ilustrar su relato. Ayudándose de la luz de las llamas, hizo aparecer en los muros de la cantera personajes más grandes de lo normal. Los demás, fascinados, fueron reconociendo uno a uno, al fuerte y al débil, al opresor y al oprimido, al dios y al mortal.Hoy en día, la luz de los proyectores ha reemplazado al fuego original, y la maquinaria de escena, a los muros de la cantera.
Y, con el debido respeto a ciertos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología está en el mismo origen del teatro y que no debe ser percibida como una amenaza, sino como un elemento aglutinador.
La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad para reinventarse, asimilando nuevos utensilios y nuevos lenguajes. Si no, ¿cómo podría continuar siendo el teatro testigo de los grandes acontecimientos de su época y promover el entendimiento entre los pueblos si no diese pruebas de apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de intolerancia, exclusión y racismo, si en su misma práctica rechazase cualquier mestizaje o integración?
Para representar el mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas e ideas innovadoras y tener confianza en la inteligencia del espectador que es capaz de distinguir la silueta de la humanidad en medio del perpetuo juego de luz y sombras.Es cierto que de tanto jugar con el fuego, el hombre corre el riesgo de quemarse, pero por otra parte, también tiene la suerte de poder deslumbrar e iluminar.


Robert Lepage

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