jueves, 2 de abril de 2015

Reconocer y entregarse al deseo femenino

Ayer miércoles, como cada miércoles desde el 07 de enero, tuvimos función de Séxulas en el Café Teatre Llantiol. Fue una función extraña, de esas en la que no se sabe si el público de la sala realmente está allí o si se trata de una ilusión óptica. 

En una obra como ésta, donde la interacción con el público es permanente, nos resulta realmente incómodo cuando la gente que asiste opta por sólo mirar, sin implicarse demasiado. No los culpo, se pueden sentir intimidados, o no estar acostumbrados a ver espectáculos que ameriten una presencia mas activa, menos voyeurismo y más acción. Sin embargo, no es eso lo que me llama la atención.

Ésta mañana, pensando en la función me di cuenta de algo muy curioso: comparándola con funciones anteriores en la que alguna vez ha pasado lo mismo y con aquellas en la que el público es un organismo vivo, que recibe y participa, esas funciones maravillosas en la que se crea una energía recíproca entre ell@s y nosotras, caí en cuenta de que en las últimas, por lo general, el público mayoritario son mujeres. Sin embargo cuando se trata de un porcentaje equitativo entre mujeres y hombres o si la mayoría son hombres, tiende a pasar lo de ayer.

Es decir, mayoría de mujeres, solas o acompañadas por minoría de hombres reaccionan de una manera distinta a como reaccionan mujeres junto a hombres cuando éstos son sus parejas. Y cuando la mayoría son hombres, ni hablar.

Séxulas. Foto Manel Fernandez


Y me resulta curioso porque en Séxulas hablamos precisamente de la sexualidad femenina. Los personajes que interpretamos son mujeres que no temen a hablar sobre su sexualidad, sus preferencias, gustos, fetiches. Son mujeres que dejan de ser pasivas, dejan de esperar a que les den placer y deciden buscarlo ellas mismas, deciden plantarse y decir " ésto es lo que quiero".








Toda mujer que viene a la obra, encuentra resonancia, de eso no hay duda.  La diferencia es que a veces lo manifiestan y otras no. Y no lo hacen quizá cuando sienten que serán juzgadas por su acompañante masculino. Con lo cual, se convierten en la otra cara de la moneda de los personajes de la obra, cara que desafortunadamente es la mas común en la vida real.

Por su parte los hombres que asisten a la obra, quizá esperan ver otra cosa. Creo que de ahí su cara de estupefacción, su incomodidad, su no saber cómo reaccionar... risas nerviosas, caras inexpresivas, o serias, o de "aburrimiento", o incluso, de estar juzgando a éstas mujeres que le hablan y le dicen "yo también quiero y tengo derecho sentir placer".

También han asistido, por fortuna, hombres muy implicados, hombres inteligentes que saben entender sobre lo que hablamos, que se ríen de sí mismos y prestan atención a lo que sucede, que se vuelven cómplices y, junto a las mujeres que les acompañan en la sala, son capaces de reconocer que en materia de sexo,  como es casi todo lo demás, aún la balanza está bastante desequilibrada.


Y es que éste comportamiento del público, es un claro reflejo de cómo en la sociedad la sexualidad masculina y femenina son tratadas de distinta forma:  Un hombre "puede" acostarse con muchas mujeres, una mujer "no puede" hacerlo con muchos hombres. Un hombre puede hablar sexualmente sobre las mujeres, una mujer no está bien visto que hable sexualmente de un hombre, al menos no en público. Los hombres han de ser activos, las mujeres pasivas: el hombre busca lo que desea, mientras que la mujer tiene que esperar a recibirlo y conformarse con lo que hay. Los hombres promiscuos son machos, las mujeres promiscuas son putas. Los hombres tienen derecho a satisfacer sus necesidades sexuales, mientras que  las mujeres tienen el deber de satisfacer el deseo masculino sin pensar en el propio.

Así lo refiere Mieria Darder autora del libro Nacidas para el placer:

" Como mujeres se nos prohíbe la acción en el mundo. Si la mujer no puede explorar, experimentar, curiosear...en el sexo tampoco... la mujer se inhibe sexualmente y no nos atrevemos.. el hombre está para su placer y su satisfacción, la mujer tiene que estar para el otro ..."

Esto por supuesto en el mundo heterosexual. En cuanto a la homosexualidad pues no sabría decirlo, pero desde fuera me parece que la relación es algo más equitativa.También he de decir que todo ésto es una apreciación genérica del comportamiento sexual. Obviamente hay excepciones y millones de casos distintos. 

Aún así, la "big picture" refleja que las mujeres somos menos libres de expresar y hablar sobre nuestra sexualidad, incluso en la sala de un teatro. Que tenemos miedo a lo que puedan pensar de nosotras e incluso llegamos a juzgar el comportamiento "liberal" de mujeres que han decidido vivir su sexualidad sin vergüenza. Nos ponemos del lado masculino en lugar de mirarnos a nosotras mismas y decidir qué es lo que realmente queremos. Estamos estigmatizadas a confundir el placer con el amor,a esperar que alguien nos inicie en el sexo y a pensar siempre en una virginidad castrante y sobrevalorada.

Volviendo a la anécdota de la función de ayer, creo que es bueno que éstas cosas sucedan. Particularmente me da la oportunidad de observar que no estamos ni cerca de una idea de igualdad, que los prejuicios que nos han inculcado aún pesan muchísimo y que tenemos que seguir rompiendo barreras morales, religiosas y sociales. Queda mucho por hacer y cada una puede dar su aporte, el mío es a través del teatro, de ésta obra que cada día me enseña cosas nuevas, me da posibilidades y que con humor y encanto nos sirve de puente para decir a otras mujeres que es posible vivir una sexualidad libre, que tienen derecho a decidir cómo, cuándo, dónde y con quién y a los hombres que ya es momento de bajar la guardia y que si son capaces de reconocer y entregarse al deseo femenino, habrán encontrado el paraíso.

Nathalia Paolini



Séxulas. Foto Manel Fernández







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